Martes, 18.45, atardecer frío, lluvioso.
Todo preparado para el comienzo del taller.
Hete aquí que a pesar de unos cuantos llamados, y preguntas
y mensajes e intenciones, solo asisten dos personas. Una pareja. Trabajamos con
ellos. Concienzuda e intensamente; con muchas ganas.
Dialogamos; surgen preguntas, situaciones, todas ellas
vinculadas a ese desvelo tan grande que muchas veces genera el acompañar a
crecer…
…inevitable, necesario que surja el/los comentarios alusivos a la situación de
ser solo tres en que nos encontramos: “ me interesaba compartir con otra gente,
ver si les pasa lo mismo…”
Cotinuamos avanzando. Les propongo que se conecten con
alguna situación vivida por cada uno de ellos con sus hijos; que la tomen y la
observen. Que tomen en cuenta que sintieron ellos en el momento que ocurrió, que piensan que les
pasaba a su hijo/a.
Trabajamos a partir de esa foto mental. La cuentan, la
desglosamos, la pensamos entre los tres. Buscamos explicaciones, formas
alternativas de actuar…
Hacia el final, uno de ellos desliza: “ me imagino que será
frustrante para vos, si esperabas más gente…”. Le digo que no, que no es
frustrante, que es importante para mí saber si a pesar de la falta de otros más
con quienes compartir el espacio les ha resultado útil. Me dicen, y yo también
lo siento, que fue así.
Comento a mi vez, que espacios del estilo, a los cuales la
gente asiste si quiere, sin ser convocada
por ninguna institución, escuela de sus hijos por caso, que los haga de
alguna manera sentir en la obligación de concurrir, son probablemente más
difíciles de armar.
Hasta aquí el encuentro. Ahora les cuento lo que yo me quedé
pensando…
Evalué como muy positivo el encuentro, a pesar del escaso
número, ya que creo que adaptada, llevamos adelante una dinámica de taller que
constituyó UN ESPACIO. Un espacio en
medio de todo lo que tenemos cada día. Un espacio en un momento social en el
cual nos vemos llevados por la corriente a atender lo inmediato y descolgarnos,
por falta de tiempo y energias de aspectos de nuestra vida que necesitamos
pensar.
Lo positivo de que se
haya generado para estas dos personas un momento que les resultó productivo, y
que dependió exclusivamente de su posibilidad y deseo; al que no se vieron
obligados a concurrir por nada ni por
nadie, al que asistieron exclusivamente movidos por su búsqueda de pensar junto
a OTROS el vínculo con sus hijos.
En el imaginario previo a su participación, para estos papás
era importante el encuentro con esos otros a los que quizá les pasa lo mismo… o
que tal vez tengan otras experiencias para contar, ya sea de dificultad o de
intento de resolución de situaciones vividas en la cotidianeidad con los
hij@s, que compartidas en el relato del
taller podrían llegar a enriquecer a otros/as que como ellos intentan ejercer,
por momentos a tientas, su función materna y paterna.
Por no mencionar el efecto saludable que produce el
escucharse a uno mism@ contar algo vivido en esa vuelta de reflexión y
pensamiento conjunto.
Y…¿por qué no?... el potencial beneficio de desbaratar por
un par de horas apenas, un entramado social que tiende a la disgregación de sus
miembros, a que cada quien se quede solo/a con lo que le pasa arreglándose como
pueda o le salga.
Así es que aquí va la invitación nuevamente: a que desdigamos
por un rato estos mecanismos que nos llevan a mantenernos aislados unos de
otros, y nos juntemos a pensar acerca del vínculo con nuestros adolescentes y
de qué maneras acompañarlos en la sociedad de hoy.
Los datos de la nueva cita los encontrarán en la gráfica.
Muchísimas gracias por la lectura y están cálidamente invitad@s!